¿A quién no le apetece disfrutar de un día de campo, aprovechando los días de sol que todavía nos ofrece el otoño junto a un grupo grande de familiares o amigos, mientras, como la hormiguita de la fábula, trabajamos para llenar nuestra despensa para el invierno?
A nosotros sí, desde luego. Así que corrimos a la frutería a comprar una gran caja de pimientos rojos, la subimos al coche y nos fuimos a un pinar donde hay mesas de madera y barbacoas de piedra y el mar queda solo detrás de las altas copas de los árboles.
Mientras las brasas se iban haciendo, preparamos una comida sencilla a base de tortillas y embutidos. Y después nos pusimos a trabajar, organizando de forma espontánea las tareas entre todos. Los pimientos asados pasaban a bolsas de plástico, que hacían las veces de baño turco para poder luego exfoliar la piel quemada. En la mesa, deiciséis manos recibían los pimientos humeantes y los iban limpiando con cuidado eliminando todo resto de piel negra. Al acabar, hubo merendola y vino para celebrar el trabajo bien hecho.
Fue un día redondo. Los niños, con sus delantales, aprendieron que detrás de los botes de pimientos que ven en las baldas de los supermercados hay una historia. Y que llenar por ti mismo esos botes, no solo es una tarea fácil, sino también divertida si todo el mundo colabora con buen ánimo. Y volvimos todos a casa con las alforjas cargadas de pimientos y la nariz llena de sutiles aromas a leña.
Teresa, asar pimientos en el campo no está, por desgracia al alcance de todos,
Por otro lado si lo está el horno y también en mi caso el papel de periódico para envolverlos antes de pelados.
Hoy ya ni los emboto al baño maría trabajo un poco largo y no siempre lo suficientemente bien hecho porque no ha sido la primera vez que me he encontrado con un bote de pimientos fermentado.
Los congelo en bolsas con cantidades según necesidad.
Un saludo