Como muchos de los grandes inventos de la cocina, probablemente las tostadas nacieron de la necesidad. La necesidad de aprovechar un pan que se había quedado duro y que en los tiempos de escasez (como han sido casi todos hasta anteayer mismo) nadie en su sano juicio se hubiera atrevido a tirar. Imaginemos la escena: pan duro en la mesa y un ama de casa sentada en una silla mirándola fijamente. En la despensa, huevos y aceite. Leche, también hay, que ha sobrado del desayuno. La mujer pone en marcha su imaginación, maestra en el arte de aprovecharlas sobras. “Podría cortar el pan en tostadas, se dice, y remojarlas en la leche. Con el pan ya blandito, pasarlas por harina y huevo y freírlas en aceite. Y, como las quiero servir de postre, puedo echarles un poco de azúcar por encima para que queden más dulces. Sí, sí, lo voy a hacer ahora mismo.” ¿Sucedería algo así? ¿Tú que crees?
En mi receta, en vez de pan he utilizado un brioche con pasas comprado en la pastelería, que, sin duda, “ennoblece” el resultado.
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RECETA
ingredientes:
1 brioche cortado en trozos
6 dl de leche
2 dl de nata líquida
10 cucharadas de azúcar
Una astilla de canela
Un trozo de piel de limón
mantequilla y azúcar moreno
Echamos la leche, la nata, el azúcar, la piel del limón y la canela en rama en un cazo y lo ponemos a fuego suave, hasta que comience a hervir. En ese momento, lo retiramos de la cocina y lo dejamos enfriar.
Disponemos en una fuente honda los trozos de brioche y los remojamos bien con la mezcla fría. Los dejamos dos horas, a lo largo de las cuales, les vamos dando vueltas para que se empapen bien por todos los lados. Lo hacemos con mucho cuidado para que no se rompan.
Los sacamos y escurrimos. Ponemos mantequilla en una sartén y un par de cucharadas de azúcar. Cuando esté bien caliente, vamos dorando los trozos de brioche, añadiendo más mantequilla y azúcar según vayamos friendo las tostadas.